Monday, February 18, 2008

Los Autos

El cielo está cubierto de botellas, miles de ellas, no estrellas, botellas.
Rota, en la ventana, en la parte oscura de la noche; ella camina despacio, sin violentar el silencio, descalza, sin zapatos, desnuda, sin camisa, sin abrigo, sin nada... sin apuros.

Más desnuda que los ojos congelados de un escritor imposible, que sacude su cuerpo de forma extraña, cuando cree que nadie lo ve, para zarandear millones de agujas, clavadas en su corazón izquierdo. De esas agujas que: aguijonean la forma estrepitosa en que sueles palpitar; cuando el mundo se vuelve estúpido por décadas y parece joder tus ideas, maltratarte la sien.

Sin bajar la cabeza dos chicos, muy chicos, miran al suelo, van como zombis y no llevan sombra, en sobres de papel añejo, sienten que sus almas se calcinan, no ven los golpes con la insondable proximidad que demuestran, el dolor: no existe, se les ha madurado el pellejo, la vida y las ganas de morir.

Demasiadas personas, extrañas, caminan de la mano, en un ambiente pesado, en dos ambientes pesados, tres ambientes pesados, sí! tres ambientes pesados, es un número redondo y podría funcionar, un poco más que los golpes en mi cabeza que me han ido haciendo lento, leve de mente y espejista. Me han ido haciendo mentira y realidad, burbujas en la boca, millones de blancas burbujas, que se roban mis palabras, cuando intento decir algo, cuando intentome emitir.

Y no me emito, ni palabras, absolutamente nada, absolutamente. Alguien mira el cielo y contempla las botellas; autos danzan despiadados, bajo la desatinada lluvia, desfallecida toda, sobre el lugar de casa llamado comedor, donde nunca comemos... las cosas podrían estar peor.

Algunos van en autos, donde todo es igual, vuelan y se estrellan sutilmente por doquier. Pierden sus partes de metal, se vuelven nada y sus pasajeros en pedazos: extravían todos, su vida, el cabello, tu piel.

Autos voladores que no existen, que de niño me hicieron soñar; autos oxidados por el tiempo, llenos de combustible, prestos a ser incendiados; por algún idiota como yo.

No es un barrio muy confuso, cada quien en su lugar, las ratas pronto volarán hasta mi casa y me robarán las pocas cosas que me quedan por comer. Cuando eso suceda no sé que haré, tal vez vuele detrás de las ratas, a robar comida por ahí; mientras trillones de autos continúan estrellándose, ya no tan sutilmente, casi todos en reversa, color a nada y soledad. Se acompañan entre ellos, se acompañan a morir.

Quién contó lo sucedido; aún en casa está el comedor, nadie pasa por allí, las ratas divagan por la ventana, que está cerrada para que no entre el sol y también por privacidad. Suenan los autos que se estrellan, vuelan todos por ahí y sus cuerpos, tras de ellos...

Así son los autos, siempre han sido iguales sobre todo en el calor.

Todo se da vuelta, si volteo mis espejos, incluyendo las paredes de tu cuerpo, como al sentarnos en los autos: automóviles inmóviles, que atacan, a pesar de su estatismo y sus ganas de estallar.

En tu cara!

Se encienden solas las luces de mi casa, algo que no se ve, trata de bañarse...

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