Thursday, February 28, 2008

El tiempo es Imposible
Si el planeta usara zapatillas algunas cosas andarían mejor; detesto a las mujeres que se le acalambran los dedos, los perros policías y los policías que son perros, que roban tus drogas, para ellos consumir. Por eso vuelves a casa, a darte un baño, porque mañana hay que trabajar, olvidas dónde está tu cama y tu comida te ataca, sin que te des cuenta, por detrás. Los días normales no son tan normales, intentas no caminar mientras caminas, intentas no mirar a nadie cuando lo miras, intentas no mirar la hora en los relojes de la gente, porque el tiempo es imposible, incluso de digerir. Intentas disimular tu ebriedad, necesitas tiempo de sobra, en la lona, recibiendo guantes, a toda velocidad y con una increíble capacidad de resolución visual de la imagen, mencionada tan sólo para darle utilidad a la tecnología.

Últimamente he perdido todos mis logros en casa, no tengo mascotas y por ahora no las quiero tener, pero de alguna forma continúo encendiendo mis cigarros y compro encendedores, casi a propósito, para volverlos a perder; para volverme loco.

El tiempo es imposible cuando esperas, a veces crees que deberías morir; a veces crees que debería morir, el tiempo, no tú, no de nuevo. A veces cuelgas de la lluvia, que cuelga de las nubes, que cuelgan del cielo, los testículos de dios, que cuelga de tu mente, sin que lo puedas explicar; ya no me asusta la gente que cuelga por las calles, incluso dentro de los autos, que no se mueven y de los que hablo tanto. Van todos muertos por ahí, colgando de los árboles, colgando de los aires y de sus cabellos, si son pares.

Masticando chicles de piel ruidosa, sentados con las piernas cruzadas, sintiendo nuevamente las mismas cosas, sin poder dormir, de tu habitación... sin poder salir. Quebrarías tu cuello, por escapar de allí, por eso cuelgas de algún árbol, o del aire, o de tus cabellos, si son pares. Soportas tu mal aliento y tu falta de madurez, que atenta contra las cosas que sueles decir.

Maldices el ciclo, pero esperas; miles de personas caminan a tu lado, aunque la gran mayoría no está; ellos llevan relojes para el tiempo, para intentar controlarlo, porque son tipos puntuales y con cero rock and roll.

Mientras ellos miran sus muñecas, yo voy perdiendo el tiempo, cada día un poco más, sin temor a no encontrarlo, sin temor a las chispas que vienen saltando tras de mi, de todas las personas que prendí fuego, por temor a recordar.

Todos están vivos y son cada día más, seguramente me vaya a dormir, hasta que se haga de día y mañana deje de correr como un tarado, a muchísimos kilómetros por hora, contra la esquina más filosa de alguna casa violenta.

El tiempo es imposible, cuando yo no sé qué hacer.
.jhn


Apaga los ojos:

Cuando el viento sea impredecible, cuando creas que no podrás seguir evitando resquebrajarte, cuando todo lo que eras se ha ido a la mierda y tu incapacidad de reacción maneja los acontecimientos; apaga los ojos por un segundo, será eterno, será para siempre, aunque nada sea para siempre... será para siempre.

Apagar los ojos no siempre se consigue, duele la cabeza y los órganos laterales se te pueden caer, yo dudaría en hacerlo, sobre todo cuando llueve, no me gusta agacharme a recoger mis pulmones del suelo húmedo, humeantes; justamente sin mis brazos y muchas personas extrañas, observando al rededor.

Los hombres inteligentes apagan las luces, se desvanecen en la oscuridad y recubren sus lugares con flores de colores, que siempre están de más, porque no se pueden ver. Yo soy como leones en la calle, soy como miles de leones intentando despegar, soy una maldita no creencia, un despojo de lo que puedo llegar a ser, alguien que escucha por las calles voces apretadas: “cuidado campeón, el diablo anda suelto”... (y hace estupideces, para mi que hace estupideces). Frente a mí camina lento, y canta músicas color café, siempre entona dulcemente, aunque su aliento apesta, casi tanto como el mío y evita que mis amigas en la habitación, puedan afinar su guitarra... y ella levanta el teléfono, olvidando al diablo alado, mío; que está junto a mi. Cabizbajo, el diablo, dilata su mirada y aturdido me cuestiona; le asustan las cosas que puedo, yo, pensar de dios; ella sigue en la guitarra, se suicida abiertamente, es una chica sensible, de las que mueren sin razón.

Algunas personas la vieron agonizar, preferirían tener la mente nublada y cosas volando por ahí, cuando entablaban una discusión, cuando todo trata de no hablar. Pero ella era distinta, no era normal; yo le contaba los ojos cada día, y los labios, y los dedos de los pies, me aseguraba de que todo fuera siempre así; por eso era distinta, yo no era normal. Pudimos acariciarnos un par de veces más y evitarnos días absurdos, de esos en los que no quieres vivir, cuando todo suena igual, cuando tus palabras se te escapan, se van volando por el aire y tú, detrás de ellas, corriendo como un tonto, enfermando la ciudad y sus estúpidos silencios a la hora de la siesta, porque yo no puedo dormir; y los estúpidos que duermen, porque es necesario.


Pintaba las uñas de sus dedos, menos una; disparaba entre mis piernas, queriendo evitar mi reproducción, le faltaba algo de puntería, siempre fue mala para esas cosas; siempre dijo las palabras incorrectas; siempre calló, siempre cayó. Permanece en silencio, aunque yo imagine escucharla, por temor a su “no estar”; por temor a millones de segundos, buscando sus palabras en los labios de alguien más, buscando sus palabras en mi ventilador, distorsionadas, como ella, cuando agarrada de mis manos, hablaba frente a el.

Tal vez la espero a ella sonar, detrás de esas muy suaves melodías locas, que provienen de mi desperdiciado ventilador, cuando estoy en la cocina, o en cualquier lugar de mi confundida casa, mi lugar para vivir. La espero a ella aparecer, detrás de lo que dice, después de lo que dice o lo que pueda llegar a decir.

En innumerables ocasiones dependí de no tener una persona a mi lado; al tratar de inventármela siento que por dentro estoy lleno, que no me falta nada, siento que por fuera no está, que poco a poco muero, que deseo vomitar, que puedo gritarle sin medida a idiotas con los culos reventados, que intentan hacerme creer todas sus mentiras. Camisas y pantalones de mierda, hechos todos para vender.

El tiempo es implacable, remarca las ausencias, sabe mucho de esperar, no termina, no existe; ella odiaba el tiempo, nos robaba compañía; también canciones y besos, sobre todo besos, porque son los más necesarios, cuando no tienes nadie a quien besar. De repente había orquídeas, tiradas por todas partes, bailando con desesperación, atentando contra el suelo, contra mi empinado corazón; en casa ella saltaba, al derecho y al revés, se detenía a decir cosas extrañas, nunca la entendí, pero la amaba, creo que la amaba... creo que ella a mi.

Simplemente todo se desprendió, ella, el teléfono y su guitarra; arden en el fuego, sentados junto a mi, mordiendo sin cuidado alguno, los pedazos de piel que nos cuelgan de la piel, y con ellos el amor, que nunca está de más.

Si hubiese apagado mis ojos nada sería así, pero no los apagué.

Yo prefiero experimentar las cosas sin sentido de la vida.

.jhn

ps: apago las luces y las vuelvo a encender, a pesar de las mil abejas que se abortan en mi cara, que prefieren la oscuridad... y a mi, sin hablar, sin cabeza.

Wednesday, February 27, 2008

Mudanzas paulatinas.
(prohibido arrodillarse, sin antes morir)

soy un león de terrenos no fangosos; cicatriz de mis pasos, pasos hacia atrás.

Un hombre se debe arrancar la piel, dejarla por allí enganchada en las puntas punzantes de algún alambre; rascarse el alma a quemarropa; deshilachar sus manos, para encontrar su sangre; despegar despacio, sin pedir acción; saciar sus ganas de sentirse amado; amar como animal, como un maldito animal, que defiende amor sin confundirse, con sus dientes y sus mugrientas uñas, sucias de tan sólo amar, incluso en soledad.

Un hombre debe alejarse, debe entretenerse a golpes con la vida, pegando primero, pegando dos veces; hasta morir, sin arrodillarse.

Un hombre debe asfixiar, silenciosamente, a los fantasmas sueltos que van por ahí, hablando mierda, sin identificación.

Yo golpeo a mis problemas, en el lado izquierdo de su estómago, una y mil veces hasta hacerlos llorar; yo golpeo a mis problemas, con un tubo de metal, los aniquilo y me voy sólo por ahí, porque nadie me acompaña, nadie parece esperarme. Algún día me iré descalzo y con nostalgia me diré adiós, me abandonaré frente al televisor, me veré partir a otras tierras, siempre muy lejos de mi. Y seguiré engullendo problemas, saltando hambriento por los campos, llenos de situaciones sangrientas, que corren a baja velocidad, mientras yo lanzo improperios a la ausencia: de tu mirada, y de lo suave que pudiese ser tu piel, si te llego a acariciar.

Un hombre debe flotar siempre, de entre los restos de su cuerpo inerte y sin cabeza, de entre la ausencia de amor, de entre si.

Leones en la calle, cambiando de piel como serpientes, fugándose de la incomunicación, a como de lugar.

.jhn
sueno, mientras volar se vuelve complicado.

suenan los pájaros, explotan en el aire;
veo sus cuerpos, de felicidad.

el aire explota en el aire;
volar se hace complicado,
por eso empiezo a volar,
junto a los pájaros que explotan en el aire.

Sueno.
Poema de escasos recursos mentales, de circunstancias estrepitosas, similares a la caída de los objetos, que caen despiadadamente sobre tus sábanas, en los momentos azules, en que decides huir:

La leche y el queso tienen mucho en común.

.jhn (descanso a toda velocidad)