Tuesday, June 10, 2008

Yo puedo comerme tu televisor.

Yo puedo comerme tu televisor y soltar faroles sobre tu cabeza, provocar incendios a cada instante, por mis deficiencias de voluntad ante los cigarros mal apagados. Puedo tirarme por las escaleras.

Mis ojos miran hacia otro lado y converso con tu reflejo en las cosas, porque todas las cosas son como espejos: las paredes con pintura de agua, el papel sobre el que escribo; me incitan a perder la locura, sin lograr alejarla de mi. Muerdo la punta de mis dedos y hago formas con mis manos, sobre el vidrio de mi monitor que en cualquier momento va a estallar.

Yo puedo fumar un cigarro tras otro: tus trajes antiguos, rasgados; tus pies caminando sobre el pasto, desnudos como la primera vez. Todos pasan caminando por mi costado, yo permanezco a toda velocidad cayendo por las escaleras, con los labios apretados para soportar los escalones que se hacen interminables, haciéndote odiar las situaciones conscientes.

De acuerdo a mis necias palabras, puedo comerme tu televisor, masticarlo paulatinamente hasta olvidar mi idioma y confundir las palabras entre sus crujientes sonidos al morir. Tras correr millones de años, podría volver a tu hogar y destruir todas las puertas y ventanas sin entrar, para no causar daños peores, porque según mi inteligencia y de acuerdo a mis necias palabras: tengo los motivos suficientes para poder comerme tu televisor.

Yo puedo comerme tu televisor y sopesar mi inapetencia. Aunque sangre mi nariz por motivos diversos e insignificantes, aunque descuide mis preguntas para después. Puedo hacer cualquier cosa con tu televisor: aparecer y desaparecer, provocar tu piel hasta desintegrarse, descifrar tu aliento, hacerte mover, traerte conmigo a las escaleras, donde todo es muy distinto, y las cosas se alejan sin razón, como si pudieran caminar.

Las escaleras pueden sangrar si no entienden mucho de seres humanos, pueden dormir al revés y amontonarse los escalones, cuando el invierno se vuelve infernal. Puedes apagar tus cigarrillos en la escalera, puedes tirar desde lo alto tu televisor, puedes tirarte tú detrás de él y toda tu familia también. El amor se hace en las escaleras y se vuelve a hacer, una y otra vez, se está haciendo constantemente, como si fuese a vomitar.

Leo algún papel sobre el que escribí: “vivo como vivo para tener una mejor vejez, para que mis recuerdos sean infinitos, aunque no todo sea como ayer”, yo ahora entiendo algunas cosas de mi mismo y mi guitarra sin cuerdas tiene forma de dios.

Todavía no lo puedo creer.

El sol empieza a dar vueltas alrededor de la tierra y muchas personas se congestionan sólo para ver, algunos agarrados de las manos, otros con cabeza de mano y las manos en la cabeza, como sosteniendo una gran mano, que es en este caso su cabeza. Se ahorcan de la muñeca y mueren de manera original, no hay sangre ni lamentos y nadie recuerda lo que sucedió.

Yo puedo comerme tu televisor porque es una propuesta diferente, porque no a muchos se les ocurre comerse un televisor y mucho menos el tuyo; porque algunos utilizan las mismas palabras y sus nombres, aunque te sueñe extraño: se detienen para siempre y empiezan a desaparecer.

Para mí, detrás de la puerta de casa está el más allá, están los puestos de revista y los autos de la ciudad; algunos comentarios desafortunados de personas que viven arrepentidas y se crucifican constantemente en busca de una inexplicable manumisión.

Yo sencillamente puedo comerme tu televisor y sentarme en las escaleras con mi guitarra sin cuerdas, que tiene forma de dios; a quien no le importan los idiomas, porque son algo demasiado superficial.
Podría haber escogido cualquier otra cosa para describir nuestras palabras, pero preferí los líquidos, porque los líquidos van variando su forma de acuerdo a la persona que los mire; si hubiera escogido los vidrios serían palabras inmóviles y punzantes, capaces de hacer sangrar incluso a una roca o a mis labios, mientras mancho tu rostro con la alta propulsión de mi sangre a chorros, en forma de liquido, porque los líquidos van variando su forma de acuerdo a la persona que los mire.

Mi extraña postura frente al televisor me está volviendo idiota, sus sonidos persistentes con forma de pequeños círculos blanco y negro me está carcomiendo los dedos de mi mano izquierda, porque la derecha no está en su lugar cuando tiene que estar y miles de personas se preguntan por qué, si tan sólo fue un momento de dispersión que ahora me hace escapar cuando quiero, hasta hacerme preso del escapar, como atado de pies y manos, despreocupado por qué hacer.

Debería imaginar que flotas, por las distancias entre el suelo y tú... por todas esas cosas que sin duda no entiendo. Debería olvidarlo todo y simplemente imaginar que flotas y que entiendes perfectamente mis palabras cuando no las pronuncio, me cuesta tanto coordinar mis labios y muchas veces me ato el cuello con cordones, por mi mala pronunciación y mi efectiva manera de perder: que me tiene harto.