Yo puedo comerme tu televisor.
Yo puedo comerme tu televisor y soltar faroles sobre tu cabeza, provocar incendios a cada instante, por mis deficiencias de voluntad ante los cigarros mal apagados. Puedo tirarme por las escaleras.
Mis ojos miran hacia otro lado y converso con tu reflejo en las cosas, porque todas las cosas son como espejos: las paredes con pintura de agua, el papel sobre el que escribo; me incitan a perder la locura, sin lograr alejarla de mi. Muerdo la punta de mis dedos y hago formas con mis manos, sobre el vidrio de mi monitor que en cualquier momento va a estallar.
Yo puedo fumar un cigarro tras otro: tus trajes antiguos, rasgados; tus pies caminando sobre el pasto, desnudos como la primera vez. Todos pasan caminando por mi costado, yo permanezco a toda velocidad cayendo por las escaleras, con los labios apretados para soportar los escalones que se hacen interminables, haciéndote odiar las situaciones conscientes.
De acuerdo a mis necias palabras, puedo comerme tu televisor, masticarlo paulatinamente hasta olvidar mi idioma y confundir las palabras entre sus crujientes sonidos al morir. Tras correr millones de años, podría volver a tu hogar y destruir todas las puertas y ventanas sin entrar, para no causar daños peores, porque según mi inteligencia y de acuerdo a mis necias palabras: tengo los motivos suficientes para poder comerme tu televisor.
Yo puedo comerme tu televisor y sopesar mi inapetencia. Aunque sangre mi nariz por motivos diversos e insignificantes, aunque descuide mis preguntas para después. Puedo hacer cualquier cosa con tu televisor: aparecer y desaparecer, provocar tu piel hasta desintegrarse, descifrar tu aliento, hacerte mover, traerte conmigo a las escaleras, donde todo es muy distinto, y las cosas se alejan sin razón, como si pudieran caminar.
Las escaleras pueden sangrar si no entienden mucho de seres humanos, pueden dormir al revés y amontonarse los escalones, cuando el invierno se vuelve infernal. Puedes apagar tus cigarrillos en la escalera, puedes tirar desde lo alto tu televisor, puedes tirarte tú detrás de él y toda tu familia también. El amor se hace en las escaleras y se vuelve a hacer, una y otra vez, se está haciendo constantemente, como si fuese a vomitar.
Leo algún papel sobre el que escribí: “vivo como vivo para tener una mejor vejez, para que mis recuerdos sean infinitos, aunque no todo sea como ayer”, yo ahora entiendo algunas cosas de mi mismo y mi guitarra sin cuerdas tiene forma de dios.
Todavía no lo puedo creer.
El sol empieza a dar vueltas alrededor de la tierra y muchas personas se congestionan sólo para ver, algunos agarrados de las manos, otros con cabeza de mano y las manos en la cabeza, como sosteniendo una gran mano, que es en este caso su cabeza. Se ahorcan de la muñeca y mueren de manera original, no hay sangre ni lamentos y nadie recuerda lo que sucedió.
Yo puedo comerme tu televisor porque es una propuesta diferente, porque no a muchos se les ocurre comerse un televisor y mucho menos el tuyo; porque algunos utilizan las mismas palabras y sus nombres, aunque te sueñe extraño: se detienen para siempre y empiezan a desaparecer.
Para mí, detrás de la puerta de casa está el más allá, están los puestos de revista y los autos de la ciudad; algunos comentarios desafortunados de personas que viven arrepentidas y se crucifican constantemente en busca de una inexplicable manumisión.
Yo sencillamente puedo comerme tu televisor y sentarme en las escaleras con mi guitarra sin cuerdas, que tiene forma de dios; a quien no le importan los idiomas, porque son algo demasiado superficial.
Yo puedo comerme tu televisor y soltar faroles sobre tu cabeza, provocar incendios a cada instante, por mis deficiencias de voluntad ante los cigarros mal apagados. Puedo tirarme por las escaleras.
Mis ojos miran hacia otro lado y converso con tu reflejo en las cosas, porque todas las cosas son como espejos: las paredes con pintura de agua, el papel sobre el que escribo; me incitan a perder la locura, sin lograr alejarla de mi. Muerdo la punta de mis dedos y hago formas con mis manos, sobre el vidrio de mi monitor que en cualquier momento va a estallar.
Yo puedo fumar un cigarro tras otro: tus trajes antiguos, rasgados; tus pies caminando sobre el pasto, desnudos como la primera vez. Todos pasan caminando por mi costado, yo permanezco a toda velocidad cayendo por las escaleras, con los labios apretados para soportar los escalones que se hacen interminables, haciéndote odiar las situaciones conscientes.
De acuerdo a mis necias palabras, puedo comerme tu televisor, masticarlo paulatinamente hasta olvidar mi idioma y confundir las palabras entre sus crujientes sonidos al morir. Tras correr millones de años, podría volver a tu hogar y destruir todas las puertas y ventanas sin entrar, para no causar daños peores, porque según mi inteligencia y de acuerdo a mis necias palabras: tengo los motivos suficientes para poder comerme tu televisor.
Yo puedo comerme tu televisor y sopesar mi inapetencia. Aunque sangre mi nariz por motivos diversos e insignificantes, aunque descuide mis preguntas para después. Puedo hacer cualquier cosa con tu televisor: aparecer y desaparecer, provocar tu piel hasta desintegrarse, descifrar tu aliento, hacerte mover, traerte conmigo a las escaleras, donde todo es muy distinto, y las cosas se alejan sin razón, como si pudieran caminar.
Las escaleras pueden sangrar si no entienden mucho de seres humanos, pueden dormir al revés y amontonarse los escalones, cuando el invierno se vuelve infernal. Puedes apagar tus cigarrillos en la escalera, puedes tirar desde lo alto tu televisor, puedes tirarte tú detrás de él y toda tu familia también. El amor se hace en las escaleras y se vuelve a hacer, una y otra vez, se está haciendo constantemente, como si fuese a vomitar.
Leo algún papel sobre el que escribí: “vivo como vivo para tener una mejor vejez, para que mis recuerdos sean infinitos, aunque no todo sea como ayer”, yo ahora entiendo algunas cosas de mi mismo y mi guitarra sin cuerdas tiene forma de dios.
Todavía no lo puedo creer.
El sol empieza a dar vueltas alrededor de la tierra y muchas personas se congestionan sólo para ver, algunos agarrados de las manos, otros con cabeza de mano y las manos en la cabeza, como sosteniendo una gran mano, que es en este caso su cabeza. Se ahorcan de la muñeca y mueren de manera original, no hay sangre ni lamentos y nadie recuerda lo que sucedió.
Yo puedo comerme tu televisor porque es una propuesta diferente, porque no a muchos se les ocurre comerse un televisor y mucho menos el tuyo; porque algunos utilizan las mismas palabras y sus nombres, aunque te sueñe extraño: se detienen para siempre y empiezan a desaparecer.
Para mí, detrás de la puerta de casa está el más allá, están los puestos de revista y los autos de la ciudad; algunos comentarios desafortunados de personas que viven arrepentidas y se crucifican constantemente en busca de una inexplicable manumisión.
Yo sencillamente puedo comerme tu televisor y sentarme en las escaleras con mi guitarra sin cuerdas, que tiene forma de dios; a quien no le importan los idiomas, porque son algo demasiado superficial.