Monday, February 18, 2008

... mientras, el tiempo cambia: y hay miradas que sortean mis ojos, como yo cuando me miro al espejo y no veo nada excepto a mi. Como yo cuando reboto en las esquinas, donde estuve antes y ahora no quiero estar, como tu cuando evitas tu cuerpo, como tu al no pensar. Así el tiempo cambia y nuestras palabras se hacen más lejanas, los recuerdos: presentes y las caricias no están. No han cambiado muchas cosas.


Cuando no me soporto me alejo de mi, siempre y cuando me haya descuidado, para no verme escapándome, escurriéndome hacía cualquier otro lugar.

Debimos desconectar los cables en casa, apagar las ventanas y las luces de color, cerrar la llave del gas, para no morir intoxicados, escuchando voces movedizas, perros ladrando hacia su interior y un bebé en un coche antiguo, que aparece repentinamente, sobre todo en estas olas ensordecedoras de calor.

No escucho nada por favor.

Las nubes son agradables al acercarse a mi ruidosa ventana ensordecida, por mi sordera. Los días son noches y las noches mar, el mar llueve, se va, volando por ahí, como un jinete vagabundo en busca de su corazón, en tiempos de ahogo y soledad, cuando nadie espera nada.

Yo me ahogo; cuando la soledad duele, cuando la soledad es violeta: tus manos son como ventanas, (hermosas ventanas de estilo francés, de vidrio pulcro y con identidad), rotas, en mil: fingidas y punzantes puntas, acicalando tu piel felina, recorriendo tu cuerpo tres veces, hasta llegar a tu corazón.

Yo me ahogo con entusiasmo,
porque sueño con resucitar.
Yo me ahogo de cuerpo entero,
menos mi brazo izquierdo,
por superstición.

Yo me ahogo por experimento,
por falta de fe y por esperanza;
porque de niño no supe ahogarme y
ahora quiero recuperar el tiempo perdido.

Y ahí va mi dedo entre las aguas, separado del resto de mi cuerpo entero, esperando por mi, mientras yo lo espero, sentado, junto a lo que creo que queda de mi cuerpo entero.

Algunos lo llaman problemas de comunicación y se van corriendo por ahí, como asustados, en reversa y sus caras hacen brotar sus ojos y sus pómulos cansados simulan la descomposición. Todo es verde, azul, negro (de oscuridad), sus cuerpos van y se destiñen, algunos afortunados logran escapar con un tiro en la cabeza, otros explotan y ya está, explotan y ya está.

Aunque no esté; yo me ahogo: para escapar de la superficie de las personas; porque me asustan los automóviles estacionados, porque me parecen en movimiento, porque las máscaras se vuelven comunes y ahora se me aparecen todos disfrazados, contando historias ambivalentes, que lo único que me logran hacer, es entender el significado de un perro, de las personas y de la falta de amor.

La soledad sigue siendo violeta cuando me paro delante del redundado espejo, menos cuando me muevo, como si mi cuerpo convulsionara, en ese momento está todo bien; pero soy despistado y me ahogo, porque el agua entra por las narices y me imagino que puedo descifrar su olor.

Siento que se me resbala la piel de placer, que mis músculos desnudos se visten de blanco, en forma de celebración y que toda la gente: desnuda, mi cuerpo, estalla, continuado de severas detonaciones que matan a todos, para que no haya un final feliz.

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