Wednesday, November 21, 2007

cuando no te puedo escuchar

Brillan mis ideas frente a la gente, brillan por su ausencia, innocuo yo frente a ellos, apuntando mi revólver a cualquier lugar, desviando mi atención de sus palabras.

Deseando tal vez no estar, con tanta gente, en cualquier lugar, mientras mi revólver nos apunta: experimentamos fuertes dolores estomacales, caemos en el suelo, y las balas nunca tocan, no asesinan nuestro hedor, eyaculan su pólvora en el aire y mueren. Aparecen tiernamente, palabras sin control y adiós. Me parece demasiado, pero no.

Nunca tengo prioridades a la hora de besar, de decir la verdad, de mentir. Sólo alguna vez, cuando abrí mi baño en la ventana y salté, vacío al vacío, tratando infructuosamente de caer; ya parado sobre la nada, tuve que volver a entrar por la desilusión y el desencanto de no verme saliendo a través de mí.

Mis orejas se desprenden cada vez que intentote escuchar, sueles nunca estar cuando me hablas, sueles nunca estar. Seguro de ver el cielo, oscuro de la noche; escribí sobre el viejo payaso y las abuelas de algodón.


Descuido mi cara, de mal talante; “feliz cumpleaños” no es mi mejor frase cuando alguien me reclama por olvidar las cosas. Llorar no es el mejor consejo que nos podemos dar, aunque abismalmente parecemos deseosos de fracasos y estúpidas cosas asexuadas, cosas que no se puede interpretar.

Hubo muchos momentos en mi vida que prefiero no recordar, hubo personas desorientadas tratando de llevarme a casa, gente rara que me ofrecía caramelos por la calle; creyendo entender sorteé mi suerte y me dejé sugestionar. Y en las noches de diciembre en que escuché miles de explosiones, me desvanecí desnudo, apocopado por la inopia y rudeza de mis palabras: contaré esta historia:

muchas personas no me entienden, por qué cuándo me preguntan cómo estoy, respondo: buenos días; yo tampoco lo descubro, aunque desatornille los pensamientos negros en mi cabeza y me sienta deteriorado cuando menos lo espero.

Actúo como trapecista y voy dando vueltas por las paredes, sin tocar las grietas que resquebrajan mi raciocinio y me hacen más animal que de costumbre. Intento siempre buscar la manera adecuada para desentenderme de los acontecimientos, escapando sin remordimiento, incluso de mi propia suerte.

Algunos encendedores perdidos relatan mi situación, los cigarrillos consumidos, mis dolores de cabeza y esa maldita sensación de saber siempre lo que va a pasar; descuartizan mis mejores deseos, mi positivismo y mi realidad.

Con cierto grado de locura puedo argumentar mis palabras, contrastarlas con mis pensamientos y buscar siempre ese momento en común. Me cuesta darme cuenta de lo que sucede, algunos no imaginan qué es no poder ver las cosas que realmente suceden.

Confusión:

Yo caminaba por la calle, descuidado, desatento. Creí tener todo bajo descontrol, como me gusta tener las cosas. Cerré mis ojos por menos de un segundo y mi vida se detuvo para siempre.

En algunas ciudades como esta, los árboles, en primavera; retocan sutilmente las calles, de un violeta manejable. Si tienes la suerte de experimentar el corto circuito, sentirás pájaros armarse, violentamente frente a ti.

Aunque corras y te escondas, no te podrás esconder; no podrás nunca no ver, los pájaros torcer la cabeza, mientras escuchas el leve clic que suena al quebrárseles la nuca y caérseles la piel.

Con mi vida detenida por cuestiones sin razón, el violeta manejable y sus cómplices: indescriptibles aves que te asustan al morir; se apoderan de mi destino inmediato, cuando lo último que se me ocurriría sería escapar.

Algunos suenan vagabundos, cabizbajos y casi perfectos. Viajan de vez en cuando, con estilo plus mortal. Todo ocurre mientras duermo, mientras intento descansar.

Aplausos turbios por favor

Música de fondo: siento el cielo, la gente temerosa por las calles cubre sus alocadas cabezas con paraguas al revés. Nunca sentí algo similar, no volveré a olvidar nada en un hotel; recorreré mil veces la avenida Santa Fe, tal vez compre un paquete de cigarros o tal vez ya los compré.

“happiness is a warm gun” y otros sonidos dentro de mi cabeza, se vuelven tan frágiles al silencio, tan quebrados y compuestos; descompuestos es mejor, sobre todo un martes 13, pensando a cada instante en ese avión que lleva a mi inventor, a un paraíso de gente andante y automóviles modernos.

Supongo que es el momento indicado para dejar de hacer tantas estupideces seguidas, de descoser mi boca y relajar mis huesos, que hace tanto sienten frío de mis turbios pensamientos turbios y las cosas que dicen los demás, de más. Turbio, todo turbio... (toma dos), voz en off.

Fondo de música: el cielo me siente, paraguas al revés cubren sus alocadas cabezas con la gente temerosa que pasea por las calles. Siempre sentí estas cosas, volveré a olvidarlo todo en un hotel; me recorrerá mil veces, la avenida Santa Fe y de los cigarrillos en cuestión, prefiero no pronunciar una palabra.

Corre, corre cuanto puedas, lleva tu paraguas y no olvides pedalear.

.jhn
Rock’n’Roll Nena

Antitranspirantes, espermatozoides.
Personas que viven en las noches, mientras nosotros dormimos y duermen en los días, mientras nosotros vivimos.

Se confunden en mi cabeza todos los soldaditos de metal, dispuestos uno tras otro sobre la mesa, preparados, en posición de atacar. Reconsidero mi situación para sonreír y realizar en mi mente el hecho de que he abierto y cerrado la ventana de mi casa alrededor de 7 veces en la última hora, tratando de salir al balcón, tal vez para mostrarme a mi mismo que continuaba cuerdo, a pesar de mi locura.

Despedazos de mi cuerpo andan tras el humo,
que ha dejado en mis cabellos el recuerdo de este momento en vegetal.

Sería mucho más fácil.

Es la parte sonora en que crees haber comprendido lo que perseguiste decir durante toda tu vida. Te sorprende mucho que no suene a nada, ni a elefantes, ni a las rosas. Suena a nada.

Te estiras, cierras los ojos y te vas; acostado, como un cigarrillo, antes de dormir.

Nada.

De nada, johnnie!

Aislado ahora del método rabioso en que suelo escribir, decidí fluir en forma de gas y escapar, desesperado y desconocido; por tu recortada imaginación.

Siento mi cuerpo apoderarse de mi cuerpo.
Siento mi mente apoderarse de mi mente.
Me siento conectado, apoderado de mi mismo; entonces tropiezo y caigo estrepitosamente por las escaleras, desde el tercer piso hasta el suelo, recorro profundamente mis lugares y me vuelvo a levantar, para subir por las escaleras e intentar conectarme nuevamente,

conmigo.

Algunas personas parecen no entenderte, se intrincan en tu casa, colisionan contra las paredes; parecen no lastimarse, parecen desaparecer.

Luego aparecen a tus espaldas, desnudos, con ropa y sin cuerpo; te buscan sin que los veas, antes de que los imagines y vaciles sobre tu juicio, insano juicio.

Cuando me hace falta respirar intento pensar en otras cosas, el tiempo pasa mucho más rápido y lo percibes en cámara lenta, frente a tus ojos, que giran y giran sin parar, de un lado a otro de tu cabeza, mientras todo se cae a pedazos a tu alrededor, aunque así no lo quieras y desees estallar.

Yo estallo.

Algunas personas parecen no entenderte, pero te entienden.

Johnnie.
PERSONAS MECANINCAS

No las existo.
Veo en la sombras: que faltan objetos; objetos que obstruyan la luz y formen sus formas. Formas de sombra.

Nuestro mundo es oscuro, sin luz no hay sombras, pero estamos nosotros. En los mundos de luz, cuando la oscuridad llega en las mañanas y choca contra las sombras que caminan por la calle, se proyectan en el piso los cuerpos cuyos nombres no interesan pues no se pueden pronunciar.

Y las personas son mecánicas, y se mueven al ritmo de sus sombras, las cosas son muy raras, pero agradables a la vista. Me quedo sentado, contemplando la confusa situación en que me he metido, me asusto y decido terminar de escribir.

Grietas.

No he mentido hace mucho tiempo cuando hablo de mi mismo, me debato entre cortos circuitos en casa y algunas cosas importantes que siempre dejo sin hacer. Debajo de mí los pisos se movían, simplemente se movían.

Mis manos trataron de sujetarlo todo para no caer: para arriba y para abajo, desde cualquier lugar, yendo de esquina a esquina, días de no gravedad, intensos dolores de cabeza y ganas de dormir.

Intentaba conversar con la silla vacía, en la mesa de algún bar esquizofrénico, adornando las calles vomitivas de una ciudad en extinción. A la hora de comer, mis cubiertos volaron velozmente por mi habitación, mientras la luz demarcaba dos momentos en mi vida, de manera constante, repetitiva, blanco y negro por mucho tiempo, vida en cámara lenta, iluminado / no iluminado. No me pude alimentar y todavía mi estómago reclama, simpatía por una parte y un poco de sensatez, cosas que ya no me interesan para nada. Yo me moví de manera impresentable, a punto siempre de desmembrarme, descomprimirme y desnudarme; tampoco nunca caí en cuenta de que todo era en vano, cuando decía adorar los días nublados y la melancolía crecía en el mundo abstracto, dentro de mi televisor.

Pequeñeces como esta hacen que un hombre tome las peores decisiones de su vida, de la manera más estúpida y despiadada, de cosas sin sentido, que se apoderan de ti.

Hay grietas en mis manos, no sangran, pero se agrietan, cada vez más, y dentro todo es más complejo, intrincadas excusas tratando de ser pedidas. Me obligan a arrodillarme, frente a frente (en contraluz), no conmigo.

Con el tiempo.
Las Personas

Asustado, como de costumbre, a las cuatro de la mañana de los días en que se me ocurre no dormir; aprovecho mis vacíos para hacer un poco productivo el tiempo en que estoy sin hacer nada, para no rascarme tanto la cabeza, para no rascarme hasta sangrar.

De seguro sería más fácil no pensar, o no ver las cosas que no se ven, después de todo no se ven.

Las personas son iguales, no se ven cuando se ven, cambian de color, de nombre y de rostro. Las personas no existen pero están, caminan, se diluyen, flotan en el aire y habitan cerca de ti, se desintegran en partículas y se re edifican otra vez, algunas por ignorancia o comodidad, otras por placer. Se es muchas cosas cuando se es una persona, se puede llegar a ver las cosas que no se ven, se puede no morir calladamente, se puede morir.

Siento extrañeza de mis labios, alejados de mi cuerpo, hablándome de mi; perdidos en quién sabe que boca, en qué aliento. Mis ceniceros se llenan por si mismos, mis cigarros se encienden, se consumen y se apagan frente a mi, sin necesidad de que los toque. Me pregunto por mil cosas, en silencio, en mi mente. Lo saben, no sé hablar.

Las personas se confunden, caminan alocadas, se chocan por las calles, saltan de balcones, cuelgan de los globos que se forman ante mi, cuando intento desentenderme por temor a la realidad. Las personas no se entienden, no se saben expresar, interrumpen el silencio con palabras, se buscan en el reflejo de los vidrios por temor a mirarse por los ojos, el terror de la verdad; las personas se incineran; las personas aman y no saben amar.

Las personas, cuando llueve, se mojan; tapan sus cuerpos por vergüenza y se desnudan cuando entienden que la vastedad de las palabras, no les permite decir lo que sienten, cuando necesitan morir salvajemente, por periodos recortados de sus vidas y sentirse nada por minutos; en cambio algunos hacen el amor, para que hayan más personas.

Debe haber algún planeta sin personas, sin bicicletas y sin amor; pobres de los que vivan allí, saldría corriendo de mi mismo, si imaginara ese lugar.

Estoy corriendo de mi mismo.

.jhn