Sunday, March 9, 2008

Los Descuidados

Es sencillo. Das un par de pasos al frente, caminas intentando no reconocer a ninguna de las personas que sin razón dan vueltas frente a ti, cuando escribes alguna canción de ruta, en los filos de tu balcón lleno de sugestiones; que: con rostro desarticulado, caminan por ahí, entre la confusión cotidiana de los días en que logras despertar con vida.

y sin darte cuenta, estás diciendo: adolescentes! Porque adolecen. Y te quejas porque se quejan, con las mismas fuerzas con que tu te quejaste.

Las calles están cada vez más vacías, mucho más vacías que otras noches y de ellas se levantan, descuidados por nosotros, los que realmente somos y vamos evitando ser.

Has crecido un poco, aprendiste a no pensar:

Los Descuidados:

... algunos descuidados olvidan su rostro,
los demás no sé:

y aunque sus días se tiñen con los colores que piensan,
y las canciones que suenan son siempre familiares,
de agradable compañía y estructura algo obsoleta;
continúan los descuidados, paso a paso, entre colillas,
conduciendo torpemente sus cuerpos animales,
guiándose mediante olores que despiden otros cuerpos,
lánguidos de sentimiento, con palabras al revés,
que muchas personas no consiguen entender.

Y la piel les va sobrando, cada día un poco más.

Yo cuando me descuido dejo escapar las cosas que pienso y muchos de mis amigos suelen encontrarse con ellas por cualquier lugar; los que no son mis amigos también, pero no me conocen.

Los descuidados se biblifícan, confundiendo todo a su rededor; se desnucan al quedar sin opciones, se desnudan para buscar el placer, descansan atónitos frente a la t.v. imaginando artefactos que nunca crearán. Babean demencias y estructuras orales a medio construir, lloran cuando se hace tarde para dar un abrazo, abrazan para no sentirse solos, tratando infructuosamente de imitar a un no descuidado. Renuncian a la multitud, a la nulidad de sus pensamientos magistrales; deducen, ficticiamente, su vida mediante los demás, que sirven de poco cuando estás en el fondo de una botella de güisqui; a medio terminarte, desde adentro, distraído por el alcohol... no suelen ser suficientes para embriagarse de ellos mismos, descuidan todo a su paso y van descuidando gente, como si fuese algo normal.

Otros atienden sus negocios apretando el rostro, imitando la parte de atrás de nuestros cuerpos, bajando por la espalda, delicadamente; miran para arriba esquivando las respuestas que necesitas, se desprenden mientras tu los miras, muy fijamente, hasta atemorizarlos; te vas, porque te molesta la situación; buscas alguna caricia; te buscas en el reflejo de las vidrieras sucias, llenas de manos que se han ido, manos que ya no están.

Das vueltas por los rompecabezas mal colocados, carentes de piezas y de historias móviles que te hagan estallar, se hace de noche... hace algo de frío, puedo ponerme una campera si tienes calor, tal vez yo no lo tenga.

Los descuidados observan asesinatos en su cuerpo, pronunciando nombres de personas que han quedado atrás, pero que aparecen para descontrolarte, desorbitan sus ojos a propósito, para ver hacia todos lados a la vez. No saben que están descuidados, pero lo sospechan, piden palabras de la gente, piden manos en sus manos, para sentirse seguros, aunque no siempre funcione, aunque sea simplemente manos, que fluctúan, para mí siempre fluctúan, no me aburriré de decirlo por algún tiempo (que no existe), que se vuelve indefinible.

Los descuidados son como los muertos, pero descuidados; como las canciones por escribir, que están debajo de mi cama, entre tanta oscuridad, entre mis labios y mi corazón, que enmudece ante la desorientación de las ideas y las noches frías en que debería hacer calor.

No sabré nunca qué decir, no sabré nunca cómo sucedió todo, creo que ya mucho no me importa; pero sigo sin respuestas y mi espíritu, en forma de interrogación, se retuerce dentro de mi cabeza.

Los consuelos pertinentes están totalmente sobrando, nosotros permanecemos esperando algún acontecimiento extraño, y cosas que nunca suceden, comienzan a escapar de mi control. Suceden.

Aprendí a distinguir entre el cielo y el suelo; entre tus labios mojados. Mis letras, extrañadamente, se van agigantando, sin que yo logre desviar mi atención distraída.

Adoptas postura de papel, estimulas las acciones; dependes del aire frente a ti, caducas ante su ausencia. Caminas hacia todos lados, te callas con cada silencio, que tus descuidados oídos logran escuchar... y crees no estar escuchando nada; donde suenan calaveras y canciones, que de manera aislada traduces equívocamente... no has sido dotado para interpretar.

Pero interpretas.

Caminas bajo la lluvia, con cara de león. Enfrentas las sobrecargas del amor, iluminas la oscuridad; como un vientre enamorado, que consuma sus mariposas, al hacer el amor.

Mueren.

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