Para dos.
En la tina de baño que está en mi casa hay algunos lugares donde se estanca el agua; y si no tienes cuidado te puedes ahogar, principalmente en las noches, cuando todos duermen y nadie escucharía tus pataleos de ahogado para poderte ayudar; sobre todo en las esquinas, donde el jabón parece flotar en el aire, pero no. Algunas personas sonrieron tenebrosamente, por temor a que las cosas que pasaron, no hubiesen pasado, aún cuando el día era oscuro y se notaba claramente, por los pájaros sobrevolando, que la lluvia sería implacable y que los autos sobre las calles húmedas de la ciudad, resbalarían hasta matar a miles de personas, aplastándolas contra cualquier cosa estática, como los otros autos, los estacionados, o las casas de los demás. La televisión me pone muy nervioso, pero serviría para que todos se enteraran, de los autos asesinos, que parecían bailar al estilo criminal, para un lado y para el otro. Como los que bailan rock & roll, haciendo el amor completamente vestidos, hasta rasgárseles el alma, mientras escuchas tus tímpanos sangrar.
Cada gota parece romperse en mil pedazos, al chocar contra mi cuerpo, como una bomba... cuando estalla:... boom(muy calladamente). Para no despertar a los que duermen, pues se pueden enojar y matarnos, como se mata a los molestos.
En días como estos un viejo camina descalzo, pisando los restos de excremento y las colillas de cigarrillo que arrojo desde mi balcón, contra el farol que está encendido todas las noches frente a él y luego cae al pavimento, como lo hacen los humanos cuando no pueden escapar.
En esa parte del barrio se escucha siempre la misma canción salir, tétrica y meliflua como en antaño, como los colores improvisados. Quienes la tocan no interesan, pues son tres pobres hombres, hermanos de sangre y algo más, que se maquillan para ocultar sus rostros de persona, porque le huyen a la realidad y sonríen cuando están solos y lo harán hasta morir. Porque saben demasiado, tanto que lo han ido olvidando poco a poco, todo. Admiro sus agallas y los secretos que cambian diariamente, dentro de las notas de su anochecida canción, que se parte en pedazos, al pie de mis palabras, que están aprendiendo a caminar.
Escupo en la pared. A veces me sangran las encías; a veces me doy la vuelta y me retiro y a veces no. Camino con los ojos abiertos, hasta no poder dormir y me lavo las manos, porque estoy enfermo: porque las siento sucias, cuando no lo están.
Por eso bailo en la bañera, antes de que se estanque el agua y se vuelva peligrosa, antes de pisar el jabón y morir accidentado, o antes de tirarme a descansar por un momento, olvidando respirar.
El jabón tal vez no es un problema; después de todo: lo mejor del rock & roll, es que puedes patear las cosas.
En la tina de baño que está en mi casa hay algunos lugares donde se estanca el agua; y si no tienes cuidado te puedes ahogar, principalmente en las noches, cuando todos duermen y nadie escucharía tus pataleos de ahogado para poderte ayudar; sobre todo en las esquinas, donde el jabón parece flotar en el aire, pero no. Algunas personas sonrieron tenebrosamente, por temor a que las cosas que pasaron, no hubiesen pasado, aún cuando el día era oscuro y se notaba claramente, por los pájaros sobrevolando, que la lluvia sería implacable y que los autos sobre las calles húmedas de la ciudad, resbalarían hasta matar a miles de personas, aplastándolas contra cualquier cosa estática, como los otros autos, los estacionados, o las casas de los demás. La televisión me pone muy nervioso, pero serviría para que todos se enteraran, de los autos asesinos, que parecían bailar al estilo criminal, para un lado y para el otro. Como los que bailan rock & roll, haciendo el amor completamente vestidos, hasta rasgárseles el alma, mientras escuchas tus tímpanos sangrar.
Cada gota parece romperse en mil pedazos, al chocar contra mi cuerpo, como una bomba... cuando estalla:... boom(muy calladamente). Para no despertar a los que duermen, pues se pueden enojar y matarnos, como se mata a los molestos.
En días como estos un viejo camina descalzo, pisando los restos de excremento y las colillas de cigarrillo que arrojo desde mi balcón, contra el farol que está encendido todas las noches frente a él y luego cae al pavimento, como lo hacen los humanos cuando no pueden escapar.
En esa parte del barrio se escucha siempre la misma canción salir, tétrica y meliflua como en antaño, como los colores improvisados. Quienes la tocan no interesan, pues son tres pobres hombres, hermanos de sangre y algo más, que se maquillan para ocultar sus rostros de persona, porque le huyen a la realidad y sonríen cuando están solos y lo harán hasta morir. Porque saben demasiado, tanto que lo han ido olvidando poco a poco, todo. Admiro sus agallas y los secretos que cambian diariamente, dentro de las notas de su anochecida canción, que se parte en pedazos, al pie de mis palabras, que están aprendiendo a caminar.
Escupo en la pared. A veces me sangran las encías; a veces me doy la vuelta y me retiro y a veces no. Camino con los ojos abiertos, hasta no poder dormir y me lavo las manos, porque estoy enfermo: porque las siento sucias, cuando no lo están.
Por eso bailo en la bañera, antes de que se estanque el agua y se vuelva peligrosa, antes de pisar el jabón y morir accidentado, o antes de tirarme a descansar por un momento, olvidando respirar.
El jabón tal vez no es un problema; después de todo: lo mejor del rock & roll, es que puedes patear las cosas.
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